sábado, 25 de abril de 2009

Vistiendo el traje de espectador

Ingresé al bar del Congreso y allí los vi. Sentados los dos, debatían acerca del Proyecto de Ley de Radiodifusión. Realizaban ademanes, gesticulaban, levantaban el tono de voz. Al mismo tiempo, ordenaban el almuerzo al mozo.

Vestidos con saco y corbata, el sudor recorría sus frentes. Sus camisas estaban empapadas. El aire acondicionado se encontraba fuera de funcionamiento.

Yo, ubicado en la mesa de enfrente, podía escuchar su conversación. Hablaban ahora de los votos que debían obtener para hacer pasar la ley. De que las cosas se estaban complicando más de la cuenta.

“Clarín intenta monopolizar la palabra y la expresión del pueblo argentino”, coreaban ambos senadores a dúo, repitiendo los dichos de la Presidenta.

Pasados unos 20 minutos, cuando el mozo llegaba con los dos platos de pollo con champiñones en sus manos, se sumó al debate un diputado del mismo partido que los senadores.

“Con esta ley, a Clarín lo ponemos contra la espada y la pared”, deslizó. “Ahora van a ver con quienes se metieron”, le respondió uno de los senadores, mientras se quitaba la corbata.

El diputado, sacó el proyecto de ley de su portafolio y comenzó a realizar algunas anotaciones. No pude distinguir que era lo que escribía.

Los senadores le hicieron un chiste acerca de su hermana, la cual era modelo y había posado el día anterior para una tapa de playboy. La cara del diputado se transformó.

Los senadores se descostillaban de la risa, golpeando la mesa con las palmas de las manos.

El diputado preguntó si era conveniente el adelantamiento de las elecciones.
“A ustedes les conviene”, le contestó un político de la oposición que estaba en una mesa contigua. “Se les venia la noche. Es un manotazo de ahogados”, agregó.
“Eso es lo que pretenden ustedes”, disparó el diputado oficialista. “Son una bolsa de gatos que como no tienen un proyecto político se encargan de desestabilizar”.

Los dos senadores miraban entretenidos la discusión que se había gestado, mientras dilucidaban el postre a pedir.

En la mesa que estaba pegada al baño de hombres, el presidente de la Cámara de Diputados parecía abstraído del mundo. Leía un libro de Antonio Gramsci, “Los intelectuales y la organización de la cultura”.

Levantó por un segundo la mirada del libro y se le apareció la silueta del jefe de bancada de su partido. “Tenía razón Gramsci”, dijo este último, al reconocer el libro que leía su colega.

“Para hacer la revolución, hay que penetrar primero en el aparato cultural del Estado burgués”.

A lo que el otro le contestó: “En el siglo XXI la lucha hay que librarla contra los medios de comunicación. Tienen tanto poder, que te pueden tirar un gobierno abajo”.

Al salir del bar, me topé con una manifestación de ruralistas frente al Congreso. Algunos, amenazaban con acampar en Plaza De Mayo si no conseguían lo que querían.

Habían pancartas también: “Abajo las retenciones”, “La soja es el yuyo que alimenta a los argentinos”, “No al empobrecimiento del Interior”.

En la otra esquina de la Plaza, integrantes de organizaciones sociales, inventaban cantitos a favor del gobierno.

“Tomala vos, dámela a mi, el que no salta es de Clarín”, resonaba ahora en Plaza de Mayo.

Unos minutos después, estos dos grupos opuestos se enfrentaron. La intervención de la policía frenó un disturbio mayor. En medio de la trifulca, un periodista de un noticiero, recibió un puñetazo en el ojo.

Al aquietarse las aguas, emprendí regreso para mi casa.


BARRETO

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