miércoles, 29 de abril de 2009

Los excluidos del Siglo XXI

El neoliberalismo puede reivindicar con exclusividad el haber producido una nueva categoría de persona.

El excluido del siglo XXI presenta una característica ineludible: su INVISIBILIDAD.

Excluido de qué? De ciertos derechos, garantías, libertades, indispensables para proyectarse como ser humano.

¿Acaso no somos todos iguales ante los ojos de DIOS? Parece no ser así.

El sistema ideológico dominante necesita ser cuestionado de manera urgente.

La muerte de las ideologías, proclamada por pensadores como Francis Fukuyama, ha perseguido el congelamiento del Globo en 1990, post caída del muro, post Guerra Fría.

El mundo tenía su vencedor. Nada se podía hacer al respecto. Todo debía permanecer inalterable, por los siglos de los siglos (amén).

Pero la Historia no funciona así. Para desgracia de muchos. Para esperanza e ilusión de otros.

Un cuestionamiento a nivel sistémico nos conduce a un replanteo del análisis al que se ve sometido el excluido (producto del mundo de hoy, donde Mercado = Dios).

Que fácil sería recargar nuestras miradas acusatorias hacia el más débil. Hacerlo responsable absoluto de la realidad imperante.

Ahora, ¿solucionaría el verdadero problema?

No, solo nos permitiría seguir reposando en nuestra cómoda tranquilidad, ya habiendo localizado la causa de nuestros males.

Si nos dejamos arrastrar por la imagen que se construye del excluido desde algunos medios de comunicación, imagen que la gente internaliza de manera acrítica y automática, resultará difícil analizar la cuestión desde un ángulo diferente.

El excluido ha perdido su dignidad. Su horizonte más lejano es el día de mañana. Luchar para sobrevivir es la consigna.

¿Cómo se inserta el tema VIOLENCIA dentro de este planteo?

El excluido ganado por la violencia como forma de vida está enviando un mensaje (aunque muchas veces hagamos hasta lo imposible por no verlo, tapándonos los ojos si es necesario):
es la única vía de la cual es dueño para presentarle demandas al sistema.

Ya que no pudo ser parte de ese mundo, ahora es el turno de desquitarse a través de la violencia. Acaso es el penoso consuelo que le quede.

Por medio de la violencia, el excluido se hace visible, se corporiza. Es solo en ese momento cuando la sociedad se percata de su existencia.

Con estas líneas no se persigue la creación de un marco justificatorio para ciertas conductas delictivas o violentas que suceden a diario (aunque magnificadas hasta el extremo por el bombardeo mediático).

Simplemente, se está tras la búsqueda de una mirada más amplia, de una perspectiva más abarcadora que ensanche nuestras mentes, que logre incluir a todos.

En definitiva, una mirada que consiga comprender un poco más y juzgar un poco menos.

Si conseguimos esto, es probable que nuestro foco de atención mute, evitando poner en el banquillo a los más débiles.

BARRETO

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