miércoles, 22 de abril de 2009

Potosí

Luego de recorrer varios departamentos de Bolivia, tratando de explorar la realidad social, cultural y política de este pobre país de América del Sur, la ciudad de Potosí resultó ser el punto más impactante de esta ruta turística.

Al ingresar a ella, se torna difícil no dejarse arrastrar y sucumbir ante su ubicación geográfica. Encontrándose a 4100 mts sobre el nivel del mar, toda su inmensidad se cierne sobre nuestro ser, avasallándonos.

La grandeza de Potosí no solamente se ve reflejada en sus pintorescos paisajes (calles angostas, en desnivel, con las montañas como fondo), sino en su particular y paradójica historia.

¿Cómo es posible que una ciudad que, durante los siglos XVI y XVII, supo ser uno de los centros económicos, culturales y poblacionales del mundo, en la actualidad, año 2009, sea (la cruda realidad lo demuestra) una ciudad pobre de la pobre Bolivia?

En el siglo XVI, se creía que, con la plata albergada en Potosí, era posible construir un puente que comenzara en dicha ciudad y finalizara en Madrid. Por estos días, se extraen cada vez menos minerales, y se estima que en 14 años ya no quedará riqueza alguna por explotar.

Más aún, como para adicionar una prueba contundente de la decadencia potosina, la acuñación de monedas se realiza en el extranjero.

Ayer, gran proveedora de riquezas del mundo (cabe recordar que la dinastía española de los Habsburgo pudo sustentar buena parte de sus guerras europeas con la plata extraída del Cerro Rico de Potosí).
Hoy, polis aplastada por la historia, enterrada en el olvido, borrada del mapa de la vida, sosteniéndose principalmente a partir del recuerdo de lo que alguna vez fue, o le dejaron ser.

Con solo detenerse en el rostro, en la mirada de los potosinos, se puede advertir una tristeza que interpela nuestros huesos.

Largos años de dominación y explotación han sido suficientes para adormecer a un pueblo, para hacerle sentir que ese es su destino, que es natural este desenlace, que es producto del devenir histórico, de la Razón de la historia.

Si hay un tour que recibe promoción dentro de esta ciudad, ese es el tour a las minas, el cual consiste en una visita a las minas del Cerro Rico, cuya actividad no ha cesado aún.

He aquí una curiosa paradoja: si bien Potosí ha perdido, desde hace mucho tiempo ya, su lugar de centro económico mundial, las condiciones en que se desarrolla la existencia dentro de las minas, se mantienen intactas.

La vida de los mineros continúa siendo breve (suele extinguirse alrededor de los 35 años), indigna, alienante. Las causas de muerte están relacionadas con accidentes, luchas entre ellos (por la explotación de las venas/vetas), tristeza (están largo tiempo alejados de sus seres queridos), enfermedades (el aire que se respira en las minas es altamente contaminante).

Al igual que en el pasado, el peso de la tradición resulta esencial para entender por qué razón un minero decide (¿es una verdadera elección?) ser minero. En general, al ser un oficio que se transmite de generación en generación, es aceptado como algo natural, sin recibir cuestionamiento alguno.

Al realizar el recorrido por las minas, se puede confirmar la presencia de la religión, a lo largo de la historia humana, como instrumento de dominación. Esto se puede particularizar del siguiente modo:
cuenta el relato que, en las primeras décadas de colonización española en el Perú, los mineros se resistían a trabajar en las minas y buscaban huir de ellas. Para evitar esto, los españoles decidieron introducir dentro de ellas una figura, conocida como “el Tío”, la cual simboliza al diablo.

De esta manera, los mineros quedaron presos de este personaje, temiéndole, y los colonizadores lograron su cometido: crear una herramienta que les permitiese proseguir con su “proceso evangelizador”.

El hombre es el lobo del hombre, escribió alguna vez Thomas Hobbes. Por lo visto, no estaba muy alejado de la realidad.

Una última reflexión acerca del tour minero:

¿Es posible conciliar el intento de mostrar una realidad (cruda, pero realidad al fin) con el espectáculo montado sobre ella?

¿No se convierte en contradictorio?

¿No roza lo morboso el hecho de observar, desde el lugar de turistas, y convertido en un show, a un minero trabajando en condiciones degradantes?

¿No termina siendo una práctica miserable el regalarle al minero cigarrillos, hojas de coca, etc, pensando que estamos realizando una ofrenda?

¿No se asemeja a la limosna que se le da a un linyera?

¿No se descompone todo en algo demasiado frívolo al registrar el padecimiento del minero a través de una fotografía? (nada más parecido a un zoológico queriendo retratar las distintas especies de animales que habitan nuestro suelo).


Todo lo expuesto anteriormente no implica que no haya quien realiza esta excursión por la selva humana desde un lugar crítico o de conciencia social. Sin embargo, al estar, en este caso, tan fusionados espectáculo y realidad, las líneas divisorias suelen tornarse difusas.

BARRETO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ponerte a hablar con una mujer indígena que laburó las minas durante años ,q te relate las cosas vividas adentro y afuera de las minas,que te cuente un poquito de su historia y su cultura completamente diferente a la nuestra, te hace abrir la cabeza de tal forma que cuando volvés a éste zoológico de cemento no mirás nada del mismo modo.
El hecho de mirar como un espectáculo el ir a las minas depende de los ojos q lo miren.No digo q no haya quien las visite sólo por decir :"yo estuve ahí". Pero dejáme seguir pensando que esa es la minoría..
No se me va a borrar el olor a la dinamita y humedad de esas tumbas gigantes..
Inevitable ponerte en el lugar de los mineros ,pensar si hay algo a tu alcance para poder hacer .. aún no lo sé.