domingo, 21 de febrero de 2010

DE UN CORAZÓN

La serpiente crecía en su interior, aguardando. El corazón de Jack era un pequeño redoblante aumentando la cadencia de su ritmo, parecía como si quisiera decirle que algo andaba mal en su interior, algo que no debía estaba gestándose, devorándole.
Jack vivía como cualquier pobre diablo; de casa al trabajo, del trabajo a casa. Tal vez la mujer ocasional agitara sus noches de tedio implacable como una lluvia en verano.
El reptil crecía.
Las palpitaciones de su corazón, ya intolerables, lo convencieron de que algo no andaba bien y se propuso reencontrarse con él: fue al campo y pensó, fue al mar y grito, fue a las montañas y perdió algo; su cordura había desaparecido y en su lugar un retorcido sentimiento lo habitaba.
Soñó con imposibles, rezó a dioses antiguos, sacrificó ideas, maldijo a su suerte: La ciudad lo reclamaba.
El asfalto ya tenía otro sabor, un dejo de tristeza y muerte se regodeaba en el suelo hirviente de Buenos Aires, de personas sin alma (pero, eso si, con camisas Christian Dior) que lo observaban como a un animal, asustados de sus ojos.
Arrastrándose por Bolívar, lo interceptaron. Los gritos, ya meros susurros, y su cuerpo retorciéndose fueron lastimeros esfuerzos que sus captores ignoraron. Lo habían atrapado.
Ya nunca más vería las montañas, ya nunca más el mar, el campo. Estaría solo.
Y las personas sin alma lo verían.


Soñó Rabbit.