lunes, 27 de abril de 2009

Cuestión de Fé

El sonido de su mandíbula era lo único que se escuchaba en la habitación. Dolido, solitario; acompañado sólo por unas galletitas humedas y sus cavilaciones, Ferreyra diagnosticaba a sus delirios metafísicos como inconducentes.



Encendió un cigarrillo.



Podría estar haciendome la paja en este momento y estaría aprovechando más mi tiempo. Tan acertada le pareció su observación que no pudo evitar eyacular una desolada sonrisa, y con la desesperación de los que se ríen sólos buscó la salida más próxima.



El viento azotaba con furiosa intensidad el triste paraje que lo circundaba, árboles deshojados al borde del abismo mortal aferrados al suelo gris sin vida y el cielo nocturno con una luna oculta tras una masa de negras nubes. Debería haber traído el gamulán. Se dispuso a caminar en 4/4 para calentarse un poco (de ninguna manera subiría por su abrigo, cuestión de orgullo). Sus pies lo guiaron por una senda poco transitada con adoquines de antaño y recuerdo de putas viejas pero su concentración estaba depositada en sus pasos. Pasos de jazz, de rock, de cumbia, de etcéteras. Walk down, walk along, walk away.



Away. ¿Hasta dónde lo guiaría el viento? La seguridad en cada uno de sus pasos lo sorprendía, lo excitaba. Lógicamente sabía con exactitud dónde terminaría, El Bar del Ahorcado (nombre real, desconocido). Más tarde, como cada noche, habría contado (whiskey-talk) sus visiones, sueños proféticos en donde vio a charly, el dueño del bar, morir a la Michael Hutchence.



Pidió un whiskey sin hielo y se acomodó en su asiento, ansioso por sentir el fuego del alcohol en su garganta extenuada. Una mueca bastante similar a una sonrisa se asomó en su boca; dos atados en dos horas, esta vez me fui a la mierda . Descubrió una figura extraña, no habitual de su antro favorito, de aspecto sombrío. No sombrío, desesperado. De aspecto desesperado, aquella mujer bebía de su copa como si se tratase del antídoto para sus tormentos. Y en cierta manera, este brebaje entre maldito y divino exime de problemas terrenales, de los quilombos, de los imbéciles. En otras palabras, deja que ardamos tranquilamente en el infierno del olvido.


Sus ojos se encontraron como dos toros al choque. Ninguno de los dos se atrevió a bajar la mirada. ¿Qué carajo le pasa a esta mina? Sus ojos le recordaron a un felino a punto de ser cazado. La mujer ojos de gato fue acercándose -blandiendo su copa; una daga de cristal, tan frágil como quien la empuñaba- precavida y confiada. Su boca se abrió y de ella brotó un sonido, más parecido a una melodía que a las mundanas palabras que la gente habitualmente vomita:


- Osvaldo Ferreyra.- Una mueca adivinó la pregunta que Ferreyra estaba a punto de formular. -Yo no soy lo que aparento, como tampoco vos aparentas lo que sos.


- ¿Quién sos? - Temor era lo que recorría su cuerpo en forma de un sudor frío, el mismo que lo acompañó otra noche de blues por Constitucion en las fauces un .38.

- Yo soy vos. Así de simple -sentenció - Ya sé, esperabas algo más extravagante pero esto no es un cuento de Dickens - agregó al notar, casi previendo, su rostro rebosante de incredulidad.

-¿Y cómo es eso? - Algo aburrido, Ferreyra instó a que se explicara.

-Fácil; vos estás muerto y yo soy vos.

Al momento de pronunciar estas palabras Ferreyra se levantó y se dirigió a la puerta, sin creer una palabra de lo que decía tan extraña mujer. Seré muchas cosas pero boludo, no. La mujer lo interceptó en la fachada del bar antes que él pudiera tomarse un taxi.

-Sé que parece raro, pero estás en una especie de dimensión desconocida. Parece que interactuás con los demás pero en realidad ellos te ignoran... a que vos también lo sentiste, ¿o no?

La mujer hablaba y Ferreyra empezaba a creer, comenzaba a dudar de su existencia. Es verdad que hacía tiempo que no entablaba una conversación con nadie. y si lo hacía sentía que lo ignoraban -o estaba tan borracho que no recordaba haber hablado con nadie- era desesperante. Tanto que la posibilidad de la inexistencia terrenal le parecía una idea bastante apetitosa.

-Ponele que te creo - dijo bruscamente tratando, inútilmente, de ocultar un hilo de emoción en su voz- ¿Qué pasaría ahora?

-Fácil - dijo sonriendo la mujer - me acompañás y lo solucionamos, es un trámite muy simple. Nos pasa más seguido de lo que te podés imaginar.

-parápará ¿Vos no eras yo?- dijo confundido, rindiéndose a la merced de la mujer espíritu.

-Sí... y no - respondió, confundiendolo aún más- vos sos yo, como yo soy vos y nosotros somos ellos. Somos Esperit, Spirit, Espiritu - dijo, sobreactuando la solemnidad de sus palabras - no importa eso ahora, seguíme.

Comenzaron a caminar por calles oscuras que Ferreyra no reconocia, sin embargo no dudó de la veracidad ni de la mujer que contó esa historia un tanto absurda, un tanto tonta. Entre los árboles deshojados y veredas destruidas por el tiempo, se hicieron paso hacia un destino (incierto para uno, familiar para otra). Ferreyra sintió, como los animales perciben, el peligro inminente pero decidió no hacerle caso. Algo que salga de lo ordinario, del tedio que significaba su vida en toda su inmensidad era más que bien recibido.

En un segundo la mujer se da vuelta y se sonríe; dolor punzante, grito ahogado, oscuridad, olvido, letargo.

¿La muerte ha llegado?


Claridad insoportable, una luz incandecente en el cielo. Cielo raso. Frío polar, hielo y un espejo reflejando la burla de la escéna. La mujer finalmente se había ido, y con ella el riñon derecho de Ferreyra.



Defecó: Rabbit

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