jueves, 27 de agosto de 2009

Llegar a viejo

_ ¿Qué vamos a comer hoy viejita?
_ Milanesas con una ensaladita de lechuga y tomate.
_ ¿Otra vez milanesas, vieja? ¿Cuántos días hace que venimos comiendo lo mismo?
_ Dos días nada más. No te quejes viejo. Hay gente que no come nada.
_ Ya se vieja; siempre te vas a los extremos. Antes cocinabas todos los días; en cambio, ahora…
_ En cambio, ahora tengo 70 años Horacio. Estoy cansada de cocinar. Cocino desde que tengo uso de razón. Ya a los 12 años preparaba la comida en casa; mamá y papá trabajaban todo el día y yo, como ya sabes, soy la mayor de las hermanas. Era mi deber.
_ Me la se de memoria toda esa cantinela. Creo que con esta llegaste al millón. Si, debes andar por ahí.
_ Si no queres escuchar de nuevo esa historia, haceme un favor viejito, ¿si?
_ Si, viejita, el que vos quieras. Decime.
_ Dejate de romper las pelotas. Mira que simple.
_ Ah, mira vos que bien. A los 70 años te volviste grosera.
_ Y vos un viejo quejoso. No, no te rías. Ahora me enojé.
_ Vení, Rosita, no te encabrones. Dame un beso.
_ Está bien, pero uno solo; no te lo mereces, chinchudo.
_ Vení; sabes que sin vos soy un desastre; ¿qué haría si no te tuviera?
_ Es lo que me pregunto yo todos los días. ¿Dónde estarías ahora?
_ Bueno, vieja, ya está. No te sigas desquitando. Hagamos una cosa. ¿Por qué no llamo a la pizzería y pido unas empanadas de espinaca, como te gustan a vos?
_ ¿No querés que te cocine?
_ No, dejá. Ya hiciste bastante por hoy.
_ En serio. Te hago esa carne rellena con papas que tanto te gusta.
_ ¡Como sos eh! No quiero que cocines. Quiero que te quedes acá conmigo.
_ Te hago caso entonces. Cambiando de tema, ¿hablaste con Florencia hoy?
_ Llamó a la tarde. Vos habías cruzado al quiosco.
_ ¿Y? ¿Alguna novedad?
_ Dijo que seguía resolviendo su asunto. Mañana se junta con Rubén para arreglar los últimos detalles.
_ Ojalá salga todo bien, viejo. Flor se lo merece. Ya pasó por muchas cosas malas.
_ Hay que tener fe viejita. Todo llega en algún momento. Aparte, es inteligente como el padre. No le puede ir mal.
_ ¿Y cómo estás tan seguro de que sos el padre?
_ Sos graciosa cuando querés. Si es igualita a mí.
_ Eso quisieras. Yo la veo más parecida a Félix.
_ ¿Félix? ¿El ferretero que te arrastraba el ala antes de que yo te conociera? Por favor… Seguro que no llegó a darte un beso ese.
_ Mucho más que un beso me dio. Era de caballero… Me regalaba todas las semanas un ramo de flores, me llevaba a comer por el centro.
_ Mirá si te iba a llevar a comer ese piojoso; si no tenía donde caerse muerto.
_ Callate, viejo. ¿Vos qué sabes?
_ Yo era amigo del hermano, Rosita. Ese si que era un pibe piola. Las chicas se morían por nosotros dos.
_ Del susto se morían.
_ Fue una época dorada, vieja. Después te conocí a vos. Las chicas del barrio te tenían una envidia. Te habías llevado el primer premio.
_ Me imagino lo que serían los otros entonces.
_ No, viejita, en serio. Aparte, ¿cuánto hubieses durado con el ferretero? ¿Cómo se llamaba el otro que te andaba atrás?
_ Carlos.
_ ¡Cómo te acordas, eh!
_ Claro que me acuerdo. Tengo buenos recuerdos de él.
_ Basta, vieja. No sigas hablando que me pongo celoso.
_ No seas tonto viejito. Si sabés que sos el hombre de mi vida.
_ Si, lo se, pero me gusta que me lo repitas de vez en cuando.
_ No cambias más, viejo. Siempre fuiste un poco inmaduro.
_ Si, es verdad. Es el niño que tengo adentro.
_ Por tu aspecto, parece que tenes varios niños ahí adentro. Mirá la panza que tenés lechón.
_ Es cierto. Estoy gordo, ¿no?
_ Igual me gustas asi, viejo.
_ Ahora me martirizaste. Voy a empezar a ir al gimnasio, como la pendejada.
_ ¿Al gimnasio? ¿Te cuesta caminar hasta el baño y queres ir al gimnasio?
_ Yo tengo el alma de deportista. Me dejé estar un poco en los últimos años, pero el cuerpo tiene memoria.
_ Tiene amnesia tu cuerpo, caradura. Lo único que falta que me digas es que siempre tuviste un físico privilegiado.
_ Te lo digo, si querés. ¿Por qué? ¿Es mentira? Era el Sandro del barrio.
_ Hoy estás con todas las luces, viejo. Tenés cada ocurrencia. ¿Tomaste algo?
_ No, vieja. Ayer compré unas pastillas de viagra, pero las dejo para la noche.
_ ¡Que desubicado! Hablarle así a una dama ¡Descarado! ¿Qué pretende usted de mí?
_ ¡Qué linda que sos cuando te pones así!
_ Dale, viejo. Dejate de hinchar ¿Te volviste calentón a los 75?
_ ¿Qué tiene de malo? Ahora a los 75 estás en la flor de la vida. Cada cual tiene la edad que le dicta su corazón.
_ Ahora sos poeta también. Mirá que bárbaro.
_ En serio, vieja. No me cargues. Yo me siento bien de espíritu. Ya se que no estoy como a los 50, pero me siento pleno. Los años te sacan algunas cosas, aunque te dan otras.
_ ¿Por ejemplo?
_ Por ejemplo, la experiencia. El paso de los años te da una sabiduría que no se compra con nada. ¿No te parece, Rosita?
_ ¿Sabes que tenes razón, viejo? A veces me sorprendes con tus análisis.
_ Viste. Cuando pienso, soy una luz. Lástima que no pude terminar el colegio. Hubiese sido lindo. Es una cuenta pendiente que me queda para otra vida.
_ Eran otras épocas, Horacio. Tuviste que salir a trabajar desde chico, como lo hacíamos muchos de nosotros. Los que podían seguir estudiando eran unos pocos privilegiados.
_ Es cierto. Éramos tan pobres. Pero, bueno, la espina me queda. Ahí está; ya tengo una contra de ponerte viejo.
_ A ver, ¿cuál?, porque a mi se me ocurren muchas.
_ Ya se que hay otras pero ahora me acordé de esta.
_ Dale, viejo, decime. No des tantas vueltas.
_ ¿Quién te apura vieja? Como si tuviésemos que hacer otras cosas.
_ Dale, te escucho.
_ Te cuento entonces. ¿A dónde vas?
_ Me agarraron ganas de ir al baño, viejo.
_ ¿Lo primero o lo segundo?
_ ¿Qué sos un inspector, viejo? Lo primero.
_ Aguanta un poco, vieji. Ya termino.
_ Dale, apurate con tu cátedra de la vejez y la juventud.
_ Es una teoría que tengo, más bien.
_ ¡Mira vos! ¡Sos genial! Ahora sos un experto en crear teorías. No te falta nada.
_ Pará que te cuento. No seas prejuiciosa.
_ Bueno, tenés razón, te dejo hablar.
_ …
_ ¿Y viejo?
_ Estoy pensando.
_ ¿No me digas que te olvidaste lo que ibas a decirme?
_ ¿Podés creer que si?
_ En la flor de la vida no se pierde la memoria tan rápido, viejito.
_ Lo tengo en la punta de la lengua. Andá al baño, así me das tiempo.
_ Se me fueron las ganas, viejo. Hable o calle para siempre.
_ Me callo entonces. Pone la tele si querés. Ya debe estar por arrancar el programa de preguntas y respuestas de las ocho.
_ Es cierto. ¿Qué hora es?
_ Siete y cincuenta y cinco.
_ ¿Qué hora viejo?
_ Ahora siete y cincuenta y seis. ¿Estás sorda vieja?
_ No, viejo. Fue ese bocinazo que no me dejo escuchar. Esperá que prendo la tele.
_ En el canal diez, vieja.
_ Ya lo se, Horacio ¿No ves que no arrancó todavía?
_ Poné un rato el noticiero.
_ Sabés que no me gustan los noticieros, viejo. Y menos ese sensacionalista que mirás vos.
_ Un rato nomás, vieja. Hasta que empiece el otro programa.
_ Bueno, pero unos minutos nada más.
_ Si, quiero ver que informe están dando. No veo vieja. Correte de adelante del televisor.
_ Esperá un segundo que estoy acomodando la señal. ¡Que impaciente que sos! ¡Igual a tu hermano!
_ ¿Qué tiene qué ver Enrique en esto? Siempre la liga el pobre. No lo querés ni un poquitito.
_ No empecemos otra vez con lo mismo, viejo. ¿Querías mirar el noticiero? Ahí lo tenés.
_ Tenés razón, subí un poco el volumen.
_ Menos mal que la sorda era yo.
_ Dale. Vení al lado mío y dejá de protestar.
_ Está bien, pero ahora cambiamos ehh.
_ Si, vieja. Mirá como le pegan a ese pibe. Le están rompiendo la cabeza.
_ Por eso no quiero mirar el noticiero, viejo. Todos los días lo mismo. Violencia y más violencia. Me deprime Horacio.
_ Es la realidad, vieji. Aparte, es lo que vende.
_ No me importa si vende o no. No lo tolero.
_ No te alteres. Lo cambio.
_ Gracias viejito. Se me acelera el corazón cuando veo esas cosas.
_ ...
_ No, no me mires como si estuviera loca. No me asusto por nosotros que ya estamos de vuelta; pero por los chicos, sí. Salen y vuelven tarde, de madrugada. Decí que no vivimos con ellos; estaría todo el tiempo con miedo.
_ Ya está vieja. Hablemos de otra cosa. Uh, me olvidé de pedir las empanadas. Tenés razón, me está fallando la memoria.
_ Yo no dije nada.
_ Pero lo pensaste. ¿O no? Este viejo cachivache que tengo al lado se olvida de las cosas.
_ Dale tonto. Llamá y hacé el pedido.
_ Lo único que falta es que se haga encima y lo tenga que limpiar.
_ ...
_ No te enojes, vieji. Sabés que lo digo en broma.
_ Y vos sabés que no me gusta hacer chistes con esas cosas.
_ Está bien. Tema terminado. Voy a llamar a la pizzería, mejor.
_ Si, antes de que me enoje del todo.




BARRETO

1 comentario:

A 11 cm del amor líquido dijo...

me encanta este dialogo. lo habre leido unas 7 veces y media. es fresco.

un saludo.


soy yo.

mario.

no mentira, soy tu cófrade de blog.