sábado, 8 de agosto de 2009

Contrarreloj

“Y allá en el fondo está la muerte
si no corremos y llegamos antes y
comprendemos que ya no importa” *

Julio Cortázar
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Son las 19:43 y Bruno putea entre dientes, porque revisó hasta el más recóndito lugar de su casa y, no hay caso, no encuentra las llaves. Se repite constantemente, a modo de fijarlo en su cabeza: “A las ocho en punto, en la fuente de la Estación”. Esa muchacha tan simpática, que había conocido el sábado pasado, estaría esperándolo y, sin más remedio, sale a la calle. Cómo entrar a casa a la vuelta… ¿a quién le importa, mientras alguien espera?
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Cuando se encuentra en apuros tiene la sensación de que el jorobado, que aceita los engranajes que mueven al mundo, rehusó de su tarea para echarse sobre un pozo que se amolde a su camélida anatomía. ¿Alguien puede culparlo? ¿Acaso éste no puede abusar de sus momentos de ocio? ¿Quién va a castigarlo por ello?
Son, sea minutero o segundero, estoques cual gladiador se valdrá para amainar las tormentas (encarnadas en arrugas) que arrastra el insoluble espejismo del tiempo presente. Tal figuración violenta su charco gris, lo desplaza de su eje. Es evidente: él está a contratiempo. Tan evidente como las tantas criaturas de pasos pesados que apuntalan el cemento con desdeñoso frenesí y como las tantas otras brisas que acarician las ramas del palisandro. Es aun más evidente, cuando las nubes se entrelazan ofreciendo, en el cielo, un espectáculo digno del sello dantiano, correspondiéndose, a su vez, con su intermitente pulso. Las nubes a mil, su corazón a mil y la ciudad en reposo bajo un trance hipnótico…
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Entretanto, Celeste aguarda en la fuente. Se relame los labios y balancea su cabeza en busca del pibe que tan responsable se mostró unos pocos días atrás. “Son todos iguales, les demostrás un poquito de interés y cagaste”, masculla enfurecida. Mal o bien, se permite cederle unos minutos más: “quizá le haya pasado algo”.
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Bruno conoce lo que le espera. Cada uno de sus movimientos se ajusta a una rigurosa revisión matemática: metódica, cruel, lapidaria. Son, los segundos, caníbales despiadados que atosigan su planta. Gotas de sudor manan de su frente como ríos de sal. Todo un sacrificio para que vaya a su encuentro un gélido y punzante “llegaste tarde”.
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* Cita: "Instrucciones para dar cuerda al reloj" ("Historias de cronopios y de famas", 1962).
Relató Sanrod.

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