sábado, 2 de enero de 2010

Escoba nueva, barre bien

Sumergidos en el color -refusilo de celofán- somos la voz sorda entre los ciegos. Los que ven pétalos en los pájaros y pájaros en los pétalos. Escuchemos el silencio… tiene una música avasallante. Son verdes los ojos que me cuelgan en la espalda y cientos las razones que llevan a lo desconocido a saber a pollo y al heavy metal a ser un mero arco iris de orín.
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Cada año nuevo es así, me nacen párpados en los oídos y lo único que me importa es el color. Pero sólo los colores intensos; los pálidos, al patíbulo, y los pasteles, al horno. Es asombroso ver como el prisma se frota el culo contra el piso y secreta saliva como perro alzado para descomponer la luz blanca en siete colores -de los que gusto de cinco, exalto a uno y reniego del otro.
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Mi espasmódica respuesta ante el amarillo es sólo comparable con el miedo del guerrero: dura aproximadamente unos tres segundos y tiene nariz, pero jamás ojos. El amarillo es el color de un pato que goza de ser pato, de la orina del cristiano que lleva una mala vida, de las falanges del tabaquista y de la pollera de la “Bomba tucumana” ¿Cómo responder satisfactoriamente? No pesa, pero es parte de la naturaleza: yo no veo canarios verdes ni anoréxicas rosadas. Afortunadamente, mis pesadillas se proyectan en un azul metálico sin lustre, yuxtapuesto con el blanco y negro característico de los paisajes oníricos misteriosamente agradables. Si soñara en amarillo, buscaría un terapeuta o chamán daltónico para que me ayude a encontrar el camino correcto. El camino de tintes amarillos nunca podría ser el correcto, no tiene causa. La coloración del pus, las arenas y los enfermos: esa es la sensación del amarillo. Si hasta su pomposa percusión se resbala en el paladar con sabor a excrementos.
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El color de mis amores es el rojo. El rojo está vivo, respira, no gusta de ser observado y gusta de observar, no hace preguntas y propina respuestas. El rojo tiene movimiento. El rojo está en mi, como yo estoy en él. El rojo no tiene argumentos, porque como tal es un argumento en si mismo.
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Por esta razón les deseo un 2010 que irradie color, en donde abunden los rojos y escaseen los amarillos. Y no, no hablo de la hiena fascista, hablo de la vida misma; de mi presagio de buena fe y de mis no-balances, porque el pasado no es hostería y tampoco me pagan por esto.
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Los invito a sumergirse en el color… Ustedes elijen.

Coloreó Sanrod.

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