viernes, 8 de enero de 2010

Año Nuevo, ¿Vida Nueva?

Feliz Año grita la gente, Feliz año, y como por arte de magia las ilusiones parecen renovarse, las frustraciones del año saliente se entierran en un placard, los momentos de angustia se desvanecen a medida que la copa se llena (porque el brindis se convierte en ritual infaltable), aquello inalcanzable resulta un tanto más posible. El abuelo contempla a sus nietos, a sus hijos, congela esa imagen dentro de su memoria y se dice que ya puede morirse en paz, que su misión está cumplida. Los más chicos corren, saltan, alguno se asusta cuando entra en escena el barbudo (si, Papá Noel), llevan la bandera de la inocencia a cuestas, la flamean, son lo más puro del ambiente. Para ellos, el cambio de año solo se trata de cohetes, diversión, travesuras y poco más. Hay choque de cristales a las 12 en punto y casi todos dibujan sonrisas en sus rostros, abrazan al de al lado, piden por la concreción de ciertos deseos. También hay lugar para los nostálgicos, para los desesperanzados (una minoría). Pero el resto decide creer en un destino mejor; no en un paraíso terrenal, simplemente en una vida con el viento apenas a favor. Nadie se detiene a pensar que en definitiva seremos los mismos al otro día; kilos de sobra, arrugas de sobra, cuernos de sobra, guita de menos; no, pálidas no, por favor, no el último día del año. Y si toda esta maquinaria sirve para unirnos unos centímetros más, ¿por qué renegar de ella? ¿Por qué detenernos en la exacerbación de nuestras conductas consumistas? Ya nada importa ahora, el nuevo año se hace presente de la mano de pan dulces y turrones, y la vida nos entrega una nueva oportunidad para cumplir nuestras metas, para acariciar nuestros sueños; y si optamos por creer aquello no es por ilusos, menos aún por estúpidos. Será probablemente debido a que el hombre necesita aferrarse de algo para mantenerse en pie; precisa de alguna fantasía remota para no morir de las realidades cotidianas del año que se apaga.


BARRETO.

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